Por: Daniel R Scott
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¿Nos cuesta captar a Dios? Eso es bueno. ¿No vemos a la
Divinidad en la mente del científico o en los tubos de ensayo de los
laboratorios del mundo? Eso es mejor. Porque es casi imposible captar a Dios y
más difícil aun confinarlo en los estrechos muros de fórmulas matemáticas,
químicas y físicas producto de la especulación humana. Pero entonces tanto el
hombre de ciencia como el vulgo concluye erróneamente que ciertamente "NO HAY DIOS". Mas, ¿prueba acaso nuestra incapacidad de captar
y probar a Dios su inexistencia? Por supuesto que no, tan solo probaría que
Dios como sustancia y concepto es demasiado elevado e infinito como para
reducirlo a una simple ecuación. Y es que por años le hemos rendido culto a la
ciencia y al raciocinio sin saber que ambos poseen limitaciones y fallos
graves. Si el hombre de la postmodernidad es incapaz de abarcar con su mente la
totalidad del universo material, ¡cuanto menos podría abarcar la anchura, la
profundidad y la altura de la divinidad! ¿Podría
acaso la hormiga con lo laboriosa que es concebir y recitar la monumental obra
"el Quijote" de Cervantes? Por supuesto que no, porque tal
actividad y conocimiento está más allá de sus facultades físicas e
intelectuales. ¿Y no es esa nuestra
posición ante la totalidad de lo real? Jamás podremos conocer e
internalizar por nuestros propios recursos las verdades primeras y la ultimidad
del acaecer cósmico, ya que hay un viejo axioma filosófico que sostiene que las
verdades primeras y la ultimidad del acaecer cósmico no se prueban racionalmente.
"No conocemos más realidad que la
nuestra", dijo el filósofo Ignacio Burk, y Heisemberg, el creador de
la mecánica cuántica dijo en el libro "El mundo de las dimensiones
desacostumbradas" que el ser humano es una partícula microscópica
que habita dentro de un átomo, sujeto a las dimensiones, leyes y principios de
ese átomo. Y uno se pregunta honestamente, ¿se
podría contemplar la realidad total desde un apartado rincón de un átomo? "El hombre es un ente de dimensiones
medianas. Está colocado entre el cosmos inmenso y el diminuto electrón"
(Heisemberg)
Por otra parte, ¿de qué
nos serviría un Dios que pueda ser probado y mostrado por la ciencia o el
quehacer filosófico? Creo que a nadie. Al menos a mí no me serviría. Si
Dios puede ser explicado entonces ya no sería Dios. Si Dios puede ser
racionalizado en términos absolutos, entonces no sería mayor que aquel que lo
racionaliza, perdería su trascendencia. "Dios
en sí mismo, en su carácter absoluto y en su trascendencia, está fuera, o mejor
dicho más allá del alcance de nuestras facultades naturales de conocimiento. Un
espíritu finito no podría abarcarlo ni expresarlo adecuadamente. El día que
comprendí la absoluta trascendencia y la total inmanencia de Dios, ya no me
atormenté por nuestra dificultad de probar racionalmente la existencia de
Dios" (Ignace Lepp) De manera pues, y aunque suene contradictorio, la
mejor prueba de la existencia de Dios que se puede presentar a la Humanidad es
nuestra imposibilidad de probar plenamente su existencia.
Por eso fue que Dios, conociendo nuestra finitud y limitaciones
intelectuales, tomó la iniciativa y decidió darse a conocer a través de la
prosa de esa obra maestra del espíritu y de la literatura universal a la que llamamos
"BIBLIA".
Amigo mío, ¿tienes una contigo? Eso
es muy bueno, pero te aconsejo que la tengas no como un amuleto sino que la
leas. Léela con sinceridad y oración. Allí podrás ver y conocer a Dios. Por la
Biblia sabemos de la existencia de otro camino excelente para conocer a Dios, a
saber: la fe. Necesitamos de la fe. ¿Tienes
fe? Deberías tenerla porque la fe es "la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve” (La Biblia). Leamos la Biblia y tengamos
fe para así conocer a Dios. Dios no quiere que se le pruebe. La Biblia da por
sentado la existencia de Dios.
El Creador quiere que se le conozca. Trata de conocerle
Septiembre de 2010
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