Por:
Daniel R. Scott
"Si
alguien quisiera tener rápidamente una idea vivaz de lo que fue la vida
cotidiana en la Unión Soviética en los años 80, podría ahorrarse la pesada
lectura de Alexander Soljenitsin: le bastaría por el momento leer el Diario de
Moscú de Edgardo Malaspina." ( J. A. Calzadilla Arreaza)
Ando deambulando por los lares de la página 53
del libro el "Diario de Moscú"
de Edgardo Malaspina. Camino por las huellas de su estadía en la hoy extinta
Unión Soviética. El propio autor tuvo la amabilidad y gentileza de obsequiarme
un ejemplar con la siguiente dedicatoria: "Para Daniel con el aprecio de
los poetas." Es un gesto que valoro. Soy de la creencia que a un libro se
le aumenta el valor literario y poético cuando viene dedicado de puño y letra
por su autor. En menos de una hora ya he leído "tres años de diario".
Encanto de la escritura y de la lectura que nos permite atrapar en corto tiempo
y espacio las vivencias de toda una vida. Insisto e insistiré cual orate: la
invención de la escritura es el supremo acto de magia realizado por el hombre.
O como diría más académicamente Jorge Luis Borges: "Sólo el libro es una
extensión de la imaginación y de la memoria."
Edgardo
Malaspina es un personaje de nuestros llanos y horizontes guariqueños
ampliamente conocido por todos. Su labor médica e intelectual es de vieja data
y larga trayectoria. Pero, si acaso hay alguien que aún no le conozca, le
bastará leer la flamante contraportada vinotinto de su libro aquí reseñado:
"Médico internista graduado en Moscú. Profesor y traductor de ruso.
Individuo de número de la Sociedad Venezolana de Médicos Escritores y
representante por el estado Guárico de la Red Nacional de Escritores de
Venezuela." La obra, nos sigue hablando la contraportada, es "el
diario de un estudiante que marcha a cursar estudios de medicina en la Unión
Soviética de los años ochenta. Va construyendo, entre anotaciones breves y las
memorias grabadas como huellas esenciales, un panorama de la vida cotidiana
rusa en la década final del Socialismo real." Efectivamente: Malaspina
pinta con pincelada precisa, literaria y poética la "anatomía de la humanidad rusa...así como del alma
Soviética." ( J. A. Calzadilla Arreaza, prologuista de la obra ) Quien
lea este diario no puede menos que sentir que los párrafos exhalan un suave y
si se quiere poético "saludo a la nostalgia." El haya vivido esa
época de "Ideología militante" "Guerra fría" y "Equilibrio del Terror" añora
de alguna manera el pensamiento y el estilo de vida engendrado en ese periodo
de la historia. En lo personal, echo de menos las discusiones de mi padre el
"proamericano" y me tío el "comunista": Antonio Scott y
Horacio Scott. Sus confrontaciones eran verdaderas riñas de perros y gatos que
yo disfrutaba perversamente con toda la pura ingenuidad que me daban mis dos
décadas de vida. Es que la vida y la historia era algo más que el obtuso
integrismo islámico tan de moda en el siglo XXI.
No
puedo aún escribir sobre la obra de Malaspina con la amplitud que deseo porque
apenas escalo su página 53, pero he aquí al menos unas dos citas con su
comentario: En la primera Malaspina preservó para la posteridad la palabra de
un veterano de guerra que dijo: "Los
americanos se creen los ganadores de la guerra, pero sabemos que fuimos
nosotros los propios vencedores, que recorrimos la mitad de Europa a pie,
empujando la bestia, cuerpo a cuerpo, hasta su cueva." Y es que por
prejuicio o ignorancia pocas veces consideramos el papel que jugó y lo mucho
que sufrió el pueblo ruso durante la Segunda
Guerra Mundial. No en balde se le denominó a la resistencia soviética a la
invasión alemana la "Gran Guerra
Patriótica." ¿Cuánto habrá sufrido este veterano de guerra
inmortalizado en la página escrita de Malaspina? Al menos, eso sí, sobrevivió:
de los 55 millones de personas que dieron su vida en los campos de batalla, 27
millones eran soviéticos. Se dice que en la toma de Berlín el ejército rojo
perdió 300 mil soldados.
En
otra parte se le oye a Malaspina decir: "Una cátedra de la facultad de
medicina es un amplio corredor adornado con retratos de científicos
relacionados con la especialidad en cuestión y carteleras alusivas a la misma.
A lo largo del corredor están las aulas, laboratorios y oficinas. La atmósfera
silenciosa junto a las imponentes figuras de destacados médicos nos trasmiten la
sensación de encontrarnos en un templo y nos insta a mantenernos serios y
respetuosos." Es el concepto y visión de lo sagrado de la vida y de las
cosas. Se percibe un misticismo sin Dios, la religiosidad que le es propia al
ser humano así se le instruya sistemáticamente en los rudimentos del ateísmo
científico, la necesidad consciente o inconsciente de creer en algo superior
que de alguna manera nos haga trascender. En fin, ecos de una espiritualidad
universal que en la Unión Soviética nada sabía de mitos, liturgias, dioses o
semidioses. Al menos en las políticas del Estado
Justipreciar
pues "Diario de Moscú" no
es tarea fácil. Cada cita, oración y párrafo contienen suficientes datos para
desarrollar por separado toda una diversidad de tópicos relacionados con el
autor y su interacción con el pueblo soviético. Termino este artículo por donde
debí comenzarlo, con las palabras del Veredicto del Concurso Literario Stefanía
Mosca Categoría Crónica: "Nosotros, Mercedes Chacín, Roberto Malaver y
Ernesto Villegas, jurados del Premio Municipal de Literatura Stefanía Mosca en
la categoría de crónica, decidimos de manera unánime, otorgar el primer lugar a
la obra Diario de Moscú, registrado bajo el pseudónimo Sergio Narod, por su
originalidad, novedad y ritmo narrativo que mantiene interés de la crónica
hasta el final. Por otra parte estimamos que revela interesantes detalles
históricos de un estudiante venezolano en Moscú y sus posteriores impresiones
luego del proceso conocido como la Perestroika."
12
Noviembre 2010
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