Por
Daniel R Scott
Caminando
por la tranquilidad de la mañana dominical de hoy vi a lo lejos, más allá de la
rusticidad de lo urbano, algo que me llamo la atención. Al acercarme vi de lo
que se trata: Sobre los desperdicios y hojalata oxidada, un bello e inusual
brote de hojas verdes bellamente salpicado de tímidas flores de un suave,
pacífico y desapercibido color lavanda... Se exhiben entre las podredumbres
humanas que dejan las podredumbres humanas...
Aparecer y florecer justamente a partir del mes de Octubre |
Este
bello tipo de flores solo se dignan en aparecer y florecer justamente a partir
del mes de Octubre. Son espontáneas, silvestres, nadie las siembra, gracias a
Dios. Es una gracia natural, dijeran los teólogos. Al contemplarlas con
espíritu místico, mi corazón se sobresalta de sublime alegría: para mí es un
anuncio de la cercana Navidad. Yo las llamaba, por su forma litúrgica: "las Campanas Que Anuncian La
proximidad De La Navidad," y eran las muchas cosas gratas que sabría y
recordaría: veía a mi eterna madre en la artesanía de las hallacas con la mesa
llena de los ingredientes y hojas de plátanos, el primitivo fogón con sus leños
atizados y ardiendo y crepitando, (y su espiritualizado humo no llegando a mis
pulmones sino al alma) el pesebre con sabor a tradición, el anglosajón arbolito
navideño tan denostado por nuestro poeta Aquiles Nazoa, el jubiloso intercambio
de regalos, la multitudinaria unidad familiar (¡Ah unidad familiar que no se
perdió pero sí nos menguó y dispersó por la acción del tiempo y las
circunstancias que ya son colectivas)
Pero
también mi corazón engendró una Parábola: en medio de la deformidad y fealdad
humana, puede surgir sin ostentación, puede surgir lo bello y justo.
05
de Octubre de 2017
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