Aún conservo el "Nuevo Testamento Gedeón"
azul de tapa dura (ya no salen así) con el cual me inicié, hasta el día de hoy,
en mis lecturas y estudios bíblicos.
Recuerdo que lo tomé de la biblioteca de
mi hermana: estaba lleno de polvo y algo de telaraña, sin uso ni leído. Lo abrí
al azar y esto fue lo primero que leí: "Y todo lo que pidiereis en
oración, creyendo, lo recibiréis" (Mt. 21:22) Y puse a prueba esa promesa
de Dios, en un momento de crisis, y la hallé cierta.
Era julio de 1983. Jamás
dejé de leer la Biblia. De hecho, en menos de un mes leí los cuatro evangelios
y el libro de los Hechos.
Posteriormente, a lo largo de ese mismo año, me
regalaron en la calle dos impresos a los que se les llama "tratados".
Luego de leerlos y meditarlos, los guardé en mi Nuevo Testamento. Allí están
aún, como un testimonio de lo importante que ha sido para mí Dios y la fe a lo
largo de un poco más de tres décadas.
Sí, porque aún en mis peores momentos, como en los
momentos de felicidad, Dios y mi fe han sido importantes en mi vida...
Por Daniel R Scott. 21 de Junio de 2017