jueves, 29 de junio de 2017

El Libro azul

Aún conservo el "Nuevo Testamento Gedeón" azul de tapa dura (ya no salen así) con el cual me inicié, hasta el día de hoy, en mis lecturas y estudios bíblicos. 

Recuerdo que lo tomé de la biblioteca de mi hermana: estaba lleno de polvo y algo de telaraña, sin uso ni leído. Lo abrí al azar y esto fue lo primero que leí: "Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mt. 21:22) Y puse a prueba esa promesa de Dios, en un momento de crisis, y la hallé cierta. 

Era julio de 1983. Jamás dejé de leer la Biblia. De hecho, en menos de un mes leí los cuatro evangelios y el libro de los Hechos.

Posteriormente, a lo largo de ese mismo año, me regalaron en la calle dos impresos a los que se les llama "tratados". Luego de leerlos y meditarlos, los guardé en mi Nuevo Testamento. Allí están aún, como un testimonio de lo importante que ha sido para mí Dios y la fe a lo largo de un poco más de tres décadas.


Sí, porque aún en mis peores momentos, como en los momentos de felicidad, Dios y mi fe han sido importantes en mi vida...


Por Daniel R Scott. 21 de Junio de 2017

jueves, 22 de junio de 2017

Ojos vacíos de gracia

Por Daniel R Scott

Debería ser al contrario, pero en mi experiencia personal he visto que quienes más gracia reciben de Dios, son los que menos gracia le dispensan a sus semejantes. No se sostiene al débil, no se levanta al que cae. Nos olvidamos de que perdonamos lo imperdonable porque Dios perdona en nosotros lo imperdonable.

Y en su hora todos hemos sido débiles, todos hemos caído, todos hemos necesitado y clamado por perdón. Nuestra jactancia está demás.

Porque todos, en un momento dado, han sido dueños de su fango muy personal y privado.

El legalismo, la perfección, y un falso espíritu de superioridad suelen ser en las manos de quienes las poseen, instrumentos de destrucción y no de edificación...


Pobres almas desnudas…

lunes, 12 de junio de 2017

A Antonio Ceballos. (fiel hasta la muerte)

Por Daniel R Scott.

Antigua Sede de la Biblioteca Pública Rómulo Gallegos
¿Qué puedo decir mi amigo y hermano? No quise que un sepelio y unas flores fuesen el último recuerdo que tuviese de ti. Porque tú eras la afirmación de la vida y uno se niega a creer y aceptar que tu espíritu de lucha tenaz de tantos años deba cesar. Porque, a medida que pasa el tiempo, lejos de hacernos fuertes, nos tornamos más sensibles ante el valle de sombra de muerte.

Sí: no lamento el no haber ido a tu sepelio porque eres vida.

Todavía no me siento facultado para el buen y correcto uso de esa palabra que exprese los elogios que, tratándose de ti, no serían suficientes. ¿Qué me traes a la mente? Tu calidad humana, tu proyección social, la fidelidad en los principios.

Defensor incomprendido de las ideas, luchador a ultranza de todo aquello en que creías, sin detenerte a pensar en las consecuencias.

Recuerdo como muchos años atrás, todos los domingos, nos dábamos cita en la plaza Bolívar, en camaradería, para compartir nuestras inquietudes intelectuales de adultos.
Éramos incomprendidos en medio de las multitudes anónimas que nada sabían de los sueños y del soñar.


Un verdadero Quijote, dijera Orlando.

Como dice "El libro de las Revelaciones o Apocalipsis" de San Juan, amigo Antonio, ¡¡Fuiste fiel hasta la muerte!!