Por. Daniel R Scott.
"Y se dispuso con los impíos su
sepultura" (Isaías 53:9)
El amanecer del 25 de noviembre recibió en su seno
de rocíos el ocaso final y definitivo de la que en fructífera vida fuese
nuestra hermana, María Antonieta Scott Richier, dejando sorprendidos y
apesadumbrados a quienes recibimos por décadas el sol y la lluvia de su vida
bondadosa.
Supo escalar y triunfar en todo lo que se propuso
en la vida: profesora en el Cabrera Malo y José Francisco Torrealba, abogado,
secretaria de desarrollo social, secretaria del despacho del gobernador,
consultor jurídico de hidropaez y juez de la república, se destacó por su
probidad.
Sí, se destacó por su honestidad. Cuando, siendo
secretaria de despacho (gobierno regional de Malavé Risso) se le quiso obligar
a firmar algún documento que le daría curso a un futuro y lamentable caso de
corrupción, dijo: "Lo firmaré después de semana santa". Dicho lo
cual, se fue a AGUARO-GUARIQUITO a
disfrutar de sus vacaciones. Llegado el día de firmar, presentó su renuncia. "¡Que lo firme otro!" fue su
respuesta. La noticia se filtró en la prensa y un diario local, admirado, sin
decir nombres ni apellidos, escribió en mancheta: "Hay aves que vuelan en
pantanos y no ensucian sus blancas plumas".
En la familia era la "mujer de las dificultades". ¿Grandes problemas? Ella era la gran solución. Aparecía en medio de
lo irreparable y lo reparaba. Y si había un "Mar
Rojo" en su camino, lo abría, lo cruzaba y lo volvía a cerrar tras de
sí, como el bíblico Moisés. A veces, malcriada, decía como niña pequeña: "Siempre yo"
El tristemente célebre magistrado Aponte Aponte
intentó mancillar su reputación (gobierno nacional de Hugo Chávez), por lo que
tuvo que trasladarse repetidas veces al TSJ para probar su inocencia, lo cual
logró, pero fue en uno de esos viajes que sufrió aquel accidente de tránsito un
16 de mayo. Se salvó, pero las secuelas del mismo finalmente se nos la llevó el
pasado sábado 25. La encontraron en el cuarto de su apartamento, dormida y
muerta.
Así la recuerdo: de niño hice una travesura que
merecía castigo. Corrí despavorido por el patio con mi hermana atrás, pisándome
los talones, correa en mano. Me subí a lo alto de una mata de mango. "¡Baja!" "¡No!"
"¡Que bajes te digo Daniel!" Finalmente, resignado y lloroso, bajé del
árbol, dispuesto a recibir mi castigo y mis correazos.
Caminé hacia ella, llorando
todavía y...
...mi hermana soltó la correa y me abrazó, consolándome...
27 de Noviembre de 2017.
Lo único que es nuestro y estamos seguros que nos pertenece son los recuerdos... Mis condolencias a tantos recuerdos albergados en ti hermano.
ResponderBorrarTristeza siempre da el perder los seres amados que Dios la ilumine primo
ResponderBorrarQue lindo gesto de cariño..
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