Ente
los mayos y octubres de cada año
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Afuera
se oye el rumor de la lluvia. Miles de gotas tamborileando sobre las
platabandas del edificio moderno y sobre las viejas tejas de las casas
antañonas. Es la misma lluvia de todas las épocas. Algo que no cambia, que no varía.
Lluvia que oyeron nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros ancestros; la que
nos trae el lejano y grato recuerdo de nuestra niñez ya perdida. La de aquellos
días en que la vida se nos ofrecía como algo nuevo y sin usar. El futuro era
increado y vivíamos en un eterno y edénico presente exento de pecados
originales y de ideologías. ¡Ah las ideas y experiencias! Son
ellas, más que el paso del tiempo, las que nos desgastan
¡oh amada lluvia mía!
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Hoy,
ya andado un tramo de la existencia, cuando hemos visto tantos cambios, sombras
y variaciones en la longitud vital, (dijera el bíblico escritor) entendemos que
si bien lo único permanente es el cambio, existen cosas que deben permanecer
iguales, inalterables, intactas, tal cual salieron de las manos del Creador en
el primer día de la creación, y entre ellas ¡oh amada lluvia mía! te
encuentras, y entre lágrimas y risas te damos la bienvenida y te saludamos año
tras año, en los mayos y octubres de la eternidad...
Por Daniel R Scott. 07 de Julio 2017